martes, 20 de enero de 2009

Número 22

Un nuevo número de Perkeo, el primero del año 2009, que presentamos con la renovada ilusión de siempre. Teniendo como marco el mundo universitario y la reforma que en él se está produciendo, nos gustaría ofrecer unos contenidos que sirvieran para asomar la cabeza por encima del oleaje trepidante del día a día y que sembraran un poco de sosiego. Eso nos gustaría.

Pensamiento
Los retos de la Universidad en el siglo XXI (I), Luis Arenal
Entrevista
Entrevista José A. Ruiz San Román
Entrelíneas
Lujo existencial, Julio César Romano
Cuaderno poético
El hombre, Fernando Rodríguez Borlado
Crítica de libros y autores
La vida es sueño en Madrid, Francis Alonso
Crítica de cine
El Western del siglo XXI, Santiago Baena
Las horas del verano, Oliver Assayas, Raúl Pascual Bermejo

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece muy interesante la idea de hacer un monográfico sobre un tema en Perkeo.
Aprovecho también para opinar sobre los contenidos ya que me imagino que esta entrada del Blog nos ofrece la oportunidad a los lectores de la revista.
Las preguntas de la entrevista son muy adecuadas, muy certeras y arrojan mucha luz sobre los problemas de la reforma.
Gracias por vuestro trabajo.

Franciscus Alonsus dijo...

Bueno, "Anónimo", me alegro de que participes, porque sí, efectivamente nos gustaría que también el blog se convirtiese en una especie de foro sobre el último número publicado.

Yo, personalmente, espero ansioso la siguiente entrega del artículo de Luis Arenal sobre la Universidad. Y, aunque tengo la posibilidad de hacerlo en persona, me gustaría desde aquí felicitar a Julio César: no es un relato grandilocuente, pero me encanta la forma en la que está escrito, con ese gusto por lo cotidiano y los detalles aparentemente irrelevantes.

Creo que nos ha salido un buen número este mes. Para paladearlo tranquilamente.

Anónimo dijo...

Señor Arenal:
Reconozco el interés de conocer los orígenes de la Universidad, que tan resumidamente bien expone. Espero, sin embargo, que en la parte II (o III, si la hubiere) de su artículo, sea capaz de recorrer su evolución y se acerque un paso o dos a nuestro tiempo. ¿Cree que los retos de la universidad son los mismos ahora que antes? Y si la universidad fuese hoy algo distinto que en la Edad Media, ¿sería catastrófico? Por ejemplo, hoy no es requisito de una universidad tener origen episcopal, como ocurrió con Oxford, Salamanca, París o tantas otras. Ni si quiera ofrecer estudios de derecho, que fueron los únicos de Bolonia por un tiempo. "Eso es accidental", me dirá. Pues si es accidental, ¿por qué habla de ello y otras cosas parecidas? Deslinde el grano de la paja, y sobre todo el grano antiguo del nuevo. Estoy seguro de que lo sabrá hacer en el próximo número, donde espero encontrar respuestas más contundentes, menos camufladas, sobre cómo (si le intuyo bien) la universidad no debe convertirse en un campo de cultivo de las empresas, sino ser un pulmón de pensamiento absolutamente libre de injerencias externas.

Anónimo dijo...

Yo no creo que en el excelente artículo del señor Arenal se diga que es catastrófico que la universidad haya cambiado. Simplemente, se analiza tal cambio. Como usted, señor Alatar, yo también estoy seguro de que acabará acercándose a nuestro tiempo, pero lo hará después de haber analizado la evolución pasada de la universidad, para poder opinar con conocimiento de causa.

Comprender la historia de algo, significa comprender en qué se ha convertido, y por qué. Y a partir de la comprensión de qué es ahora mismo la universidad, podremos hacer cábalas sobre cuál debería ser o no ser su papel en el futuro inmediato o lejano.

Así, yo, por mi parte, señor Arenal, le pido que mantenga ese "grano antiguo", que tanto enriquece al nuevo.

Julio César Romano dijo...

Incluso antes de iniciar el discurso sobre la universidad actual, hay polémica sobre la utilización de sus orígenes. Los comentarios sobre la Universidad siempre traen polémica. Parece que cada uno de nosotros tenemos nuestra idea sobre qué debe ser este lugar recopilatorio del saber.

Anónimo dijo...

Querido Alatar y demás contertulios:
Casi me siento en deuda con usted por poner en evidencia un tan claro ejemplo de cerrazón de miras, aunque supongo que no es consciente de ello. Ya me perdonará que hable tan explícitamente, usted sabrá tomárselo como debe. Considerar que la Universidad es una entidad únicamente actual es un desprestigio para ella misma. En mi opinión, más le valdría volver a sus orígenes o incluso un poco antes. El modelo monástico es a mi juicio un modelo a ser revalorizado. No es la primera vez que me critican por estar algo fuera del mundo, y supongo que de ese mismo defecto se me va a criticar ahora. Pero a la universidad que yo deseo le bastan unos cuantos libros buenos, uno o dos maestros, y un espacio donde generar pensamiento. Una torre donde parapetarse de muchas de las inclemencias de la vida, subirse al peldaño último, y mirar con serenidad el mundo desde arriba. Sólo así esa misma torre, con nosotros encima, podrá tener aspecto de faro que oriente al resto de personas, si es que estas se dejan guiar. Y si no quieren, quede para mí y para otros como yo el placer del conocimiento.

Anónimo dijo...

Señor Radagast:
Precisamente el otro día leí en una tribuna universitaria algo que me ha recordado mucho a las ansias de eremitismo que usted describe. Y no para bien. Al respecto del modo en que se está planteando en la universidad española la transición al modelo de Bolonia, la autora (profesora de una facultad de Madrid) reconocía que gran parte de sus colegas se oponía a muchos de los aspectos del cambio: supresión de contenidos y materias, ignorancia del gasto económico que va a suponer, grado de cuatro años frente a la mayoría europea de tres, obligatoriedad de nuevas tecnologías porque sí, importancia de la voz del alumno por encima de la del profesor, injerencia de las empresas, aumento del coste de los segundos ciclos en detrimento de la enseñanza pública general, y tantas otras cosas. Lo que le chocaba a esta profesora era que, pese a la mayoritaria oposición, las gargantas que se alzaban eran escasísimas, y más bien la actitud del profesorado era la de (y cito) "mirar a otro lado. Preferimos no emitir juicios críticos y, cerrando los ojos y tapándonos los oídos, nos recluimos en nuestros despachos y laboratorios, para proseguir con nuestra docencia e investigación. [...] Mientras, dejamos que los expertos hagan y deshagan ahí fuera. La universidad española se me antoja un paisaje poblado de silenciosas torres de marfil, cada una de ellas refugio de un profesor enfrascado en su labor. Y fuera, una nueva plaga, tan devastadora como las anteriores, se cierne sobre el futuro de las próximas generaciones."
A veces, Radagast, hay que tomar la opción práctica, y no recluirse en Rhosgobel a ver si escuchando el canto de los pajaritos las cosas se solucionan.