jueves, 8 de enero de 2009

La bolsa de plástico blanquita

Y tras estas fiestas en las que dos mundos antagónicos se encuentran, unos cargados de regalos y materias, otros de ilusiones y buenos deseos; me viene a la cabeza una pequeña historia irrelevante por su nimiedad. Han pasado años, bastantes y aún ronda mi cabeza. Veo a mi abuela vestida como siempre de negro entregándome una bolsa de plástico blanca, lisa, realmente limpia, sin mensajes publicitarios, sin nombre. Yo debía guardar en ella algo, da lo mismo lo que fuera. Mi abuela cantaba las excelencias de su regalo. "Mira que buena bolsa blanquita". La desdobló con minuciosidad, con el mismo entusiasmo con que la guardó. Por fin me la dio.
Era solo eso, una bolsa.
Aún intento valorar esas cosas insignificantes que tenemos, intrascendentes, que nos alargan el corazón.

3 comentarios:

Jesús dijo...

Precioso: lo que cuentas, tu abuela, la bolsita blanca, el conjunto. Impagable.

Anónimo dijo...

Muy grande Julio.
Un saludo

Agus Alonso-G. dijo...

Cuánta poesía en esa bolsa, desde luego. Cuánta poesía en las abuelas.